Un último cigarrillo
raspa nuestra noche rallada de estrellas y oculta el sabor de la derrota, del
desamor, quizás melancolía. El haber perdido la batalla del ego, habiéndola
ganado por goleada, permitir al rival, tan amado, que se lleve la impresión de
superioridad, que me crea caído cuando aplastarla fue todo lo que hice… El humo
habla pero oculta más, los tragos son amargos, las despedidas son solo el
bendito principio, el anhelado, la página que aunque no nueva, si necesaria.
Pasan los años y no son pronto, la realidad a veces se hace esperar y entre
nota y nota pequeñas ratas escalan por tu pierna mordisqueando esos pelos de
idiota, dando a la imaginación la sola libertad, que flota y flota.
No hay segundo ganado, la
realidad pisotea la masa inerte que se refugia y penetra legamente en las almas
despiadadas. Los rostros con hambre que se creen infelices, los rostros
rebosantes de grasas que se juran felices consumiendo así la mayor de las
farsas, la pequeña mitad de la naranja que se secó con esos ojos paralizados,
secos a su vez del viento helado que fue su aliento. Vuela lejos hasta los
picos helados, no lloraré ni una injusta más y no por mal perder, sino por
haberte dejado ganar. Hoy será el adiós que sin ser dulce, no es amargo, hoy
raspa menos aunque hay más y los soles salen por donde ayer se ocultaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario