miércoles, 23 de diciembre de 2015

En el cuarto de olvidados me puse a pensar en estas líneas que ahora ya son tuyas, y cuando digo tuyas me refiero que son de tus ojos, de tus dientes, de tus dedos, muslos, de tus alas, de tu recuerdo. Cada letra y cada mención al arte es tuya de pleno derecho, ahora sólo queda disfrutar del aire que erosiona tu sonrisa desgranando en miles de imperceptibles cristales ese croquis perfecto de la divinidad. No me olvido de nuestros amantes, no me olvido del rencor ni del dolor, no olvides tu tampoco a esas diosas.
Seguramente te vuelva a ver, no creo que se me niegue ese último deseo, esa última comida, ese devorarte con ansia el cuerpo entero, sin que me veas con la boca llena rumiando palabras incomprensibles, sentado, en el suelo de mármol, cara de morcilla, suecos y chaleco antibalas. 
No te olvides de la diferencia entre el cielo y mi amor, uno es tan alto que ni las estrellas llegan, y el otro empieza de mis pies descalzos sobre tierra roja y zurca mares en tu busqueda, sin brújula ni mapa, guiándose sólo por el aroma que dejan tus palabras con tu acento a fresa.