martes, 21 de junio de 2011

De voces

No sabría esconder los milagros de mis días, de mi vida, los milagros de la creación, de la pasión con la que he vivido, con cada segundo, cada instante, cada memoria me remonta a mis amores, a mis temores.
No  podría oscurecer el cielo de esta vida que quiero tanto y de la que espero tanto. Cielo escúchame, gaviota vagabunda de ojos grises, alma en pena, no sufras tanto, no temas de las horas que no todos somos castigados.
Escucho la lluvia chocar, el cenicero inunda mis narinas, el odio me repele, el llanto me invade con solo unos acordes y corre moribunda la lagrima que no caía, Y corren dos y tres y empapan mis lentes, empapan mi vida que no es tal, que se pierde y no se encuentra, que aparece y vuelve a llorar canciones cantadas por otras voces, canciones que perturbadas matan mis vicios, que sacan cigarros y me impulsan a tallar en una hoja las blancas manos que me enamoraron, los ojos tristes de mis palabras…
Sopla tranquila que la vela es fuerte, la llama brilla en el altar que aleja los miedos del arte y del alma. Que de pronto son  años, y que de pronto se olvida, que caprichosa la voz que mata por una lagrima, que alegría le da a ella y como me impulsa a un llanto pesado e inhóspito. Trágalo todo que ya siento, que ya vivo y peno por querer tocarte y tenerte a miles de centímetros de mi boca. Que boca la tuya que intuye y huye, que vacila por querer cometer inmoral las horas que tiñen de negro mis días, que no dejan que me piquen los ojos húmedos de excitación oral. Ven otra vez y nunca te vayas, báilame y sedúceme de nuevo y que el nuevo marque tendencia en mis brazos ya casi dormidos. Cántame egoísta hasta que tu voz se extinga de pura belleza. Rózame con los pechos las manos y alza la vista para besar mis labios que son tuyos, que hablan portugués cuando tú lo pides, que hablan lo que quieras y no hablan si no lo pides por escrito, si no llenas de manchas azuladas las letras de esta carta que como yo escribes. Enséñame el secreto de tus ojos escondido en un papel, mi nombre escrito en cien idiomas y rodeado por líneas que de amor se borren. Congela tus manos en mi cara, escucha la voz, escucha el llanto que hace llanto, escucha el rio que no te moja, que no para de correr tras lunas perdidas, que no suena si no es contigo, que llora por fin con mis ojos la lagrima que no cae, la lagrima que tampoco moja. Y gotea el alma sobre el muelle de mis anhelos, sobre el mar de mis besos, de mi dolor tranquilo, suspicaz y capaz de deshacerme ante ti y todos.
Abre la puerta. 

miércoles, 8 de junio de 2011

Cloc

La carretera toda por delante ancha y gorda, con lindas curvas, con vientos huracanados en mi pelo veloz. El sonido fuerte e imponente de mi enorme maquina acompaña el calor seco y profundo que alimenta mi vida lejos de mi vida. Surco el mar de asfalto que se arrodilla ante mi libertad, balanzas estereotipadas de la felicidad, lápices, papeles, una montaña de sueños y el dulce aroma de la aglomeración de historias. Y dejo atrás la vieja, dejo atrás la ambición y el odio, dejo atrás al intelectual y dejo atrás las malditas estaciones que enserian mi existencia. No vuelvo a ver señales por todas partes ni miedosos siendo apaleados por bravucones despreocupados. Me olvido a cada momento lo cerca que estuve de ser un sir, un Monsieur, un señorito de pacotilla vestido de un traje sudoroso y besando pies olorosos… Hoy nada de eso me importa ya, en frente la selva, de lado el mar iracundo de verdad, rodeado de un llano enorme y bárbaro, empiezo una batalla a vida o muerte con la misma vida que me llama, con esos sueños de grandeza que sólo aquí se pueden lograr, con animales grotescos y finos, con caimanes oligarcas y patriarcas aquejados por la falta de caciques. Tiemblo y me tiembla la voz airosa de tantos debates. Me cuesta escribir porqué todavía no huí. Busco en mí la fuerza para volver a ser el de mis cuentos, para cumplir quizás alguno de mis sueños, para asesinar deliberadamente la soga que me ahoga y me tiende la mano para no cortarme el cuello blando y desgastado. Bendito el día en que vea todo claro, bendita la luz que ha de nutrir mi embalsamado corazón y achicar el vino en esta inmunda embarcación. El viento sigue ahí y el rugir de este Ford me hace sentir de nuevo el calor del desierto sobre mi frente descansada. ¿Cómo será vivir sin preocuparse de nada más? ¿Cómo respetar entre rezos mis sueños?
Debajo, el agua salada quiebra ya. Gotas vuelan sobre el azul oscuro y rompen cariñosas sobre mi lengua sedienta. Otra vez el mar a lo lejos, otra vez el viento roza mi alma nebulosa y arrastra sobre mí mil presentes paralelos al borde de un hilo y un anzuelo. El hilo se mueve y bailo con el tiempo y con la suerte, veo claro que no hay nada que ver, siento recio el odio de sentir, ilumino el mar para verme en él y una sombra de felicidad aparece tras enjambres de miel y luna. Todo cae, meciéndose sobre nosotros, todo vive, acurrucándose sobre el suelo, todo muere, imaginándose conmigo…