viernes, 16 de junio de 2017

Amor, viejo y enfermo
y aún así
hermoso.
¿Qué poder te mantiene vivo en tu agonía?
Y desde tu lejanía me llega el canto de muerte.
Tu muerte será vida eterna...

Daniela Garbati

Sobre algunas flores

Los Jacintos lloran, tristes lloran los Jacintos huérfanos. Secos quedaron y fuman. Fuman lo que no escriben, los Jacintos. Ha parado el vals,  los vestidos no vuelan por encima del mar olvidando el humo que viene de tierra. Ahora se siente la ausencia que tiene tacto y sitio en la mesa. Ahora queda el tiempo del amor, ahora sólo queda el amor.
Los Jacintos no tienen tallos, tienen lágrimas. Al lado tuyo están, acompañándote con lilas y margaritas. Tus lilas y tus margaritas, las que soplas para que crezcan, las que sanas a besos, las que cultivaste y me enseñaste a mirar. Ahora te las traigo aunque las miras siempre, ahora al olerlas te huelo a ti, te escucho a ti.


Como una corona de flores te adornaban las hortensias rojas. Rojas como tus rosas que aún siguen esquivando el calor, con pasos firmes, respetando cada etapa, el dolor, dando de comer a los conejos sin olvidarse de ellas mismas. Quizás estés tu en ellas, o en el nogal, en los groselleros o en alguna de tus vides. O eres todas ellas. No logro entender el lugar desde el que ahora me hablas, yo te busco entre las zarzas, en los abejorros, en mi huerto. La tierra bebe tus años y me acompaña, me regala bocaditos de vida de vez en cuando.

Hoy soñé contigo, me regalaste una despedida en mis brazos y en los de papá. Tu sonrisa, como explicarlo... era amor. Dentro de ese amor vi lo que me querías decir, vi aceptación, vi tranquilidad, vi fuerza. Y ahora puedo empezar a entender lo que es la fuerza, mantenerte en pie, apoyarte quizás en el marco de una puerta para no desfallecer, afrontar tu presente ausencia todos los días, sin escapar. No sé, cada vez me explico peor.

Tu cama ya no huele a ti, pero da igual, aún siento la escarcha de tu perfume cayendo sobre tu piel mojada. Aun veo las manchas de tus brazos, demasiada sangre corría por tus venas, formando el mapa que hoy me guía.