Es esta pues, dada las
temidas presiones, la historia de la que tanto se ha hablado en ciertos sectores
de la alta sociedad europea actual. Pero antes de adentrarnos en tan inusual
aventura, precisaré que mis dotes literarios se deben únicamente a factores de
crecimiento personal y genéticos, en ningún caso verificaré diccionario alguno
ni utilizaré sinónimos absurdos que entorpezcan esta, nuestra historia. Para
verificar la validez de este logro sin parangón, he solicitado la presencia y
revisión simultánea de su excelentísimo Don Javier Rodríguez de Soto, notario
de Madrid, colegiado y ejerciendo en Rodríguez e Hijos Notaría y Registros.
Dejando atrás la parte
legal y volviendo al sujeto que nos reúne hoy, el infortunio de ese pobre
joven…
Era una mañana hace tres meses,
se despertó sudoroso y rabioso, hervía su frente, le estallaban los puños de
soportarlos con tanto ahínco. Partiría el mundo en dos con un puñetazo bien
dirigido, tiraría rascacielos enteros con una simple mirada. Sentía la desdicha
profunda de la traición más baja y dolorosa. Esto duró lo que tardaron sus
manos en desbloquear sus ojos obstruidos por incomodas legañas. La sangre
empezó a adormecerse otra vez, todo había sido un sueño, una cruel pesadilla
corregiría yo. Continuó durmiendo y un par de horas después se vistió y partió
a la universidad como todos los días.
Todo fue normal, las
bromas, los cigarros, la cerveza, nada que subrayar. Ya en el autobús empezó
a darle vueltas al sueño de su novia adultera, le roía la idea de que esos
labios no fuesen de su única pertenencia, que todas esas sonrisas y besos
escondiesen ese secretito inocente. Se imaginaba años de alta traición, largas
horas de dolor, una rabia enorme traspasándole el alma con cada imagen infiel,
marrullera. Decidió bajarse del autobús y agarrar el que llevaba a casa de la
novia.
Aquí y contra todo
pronóstico se encontró a su novia con la cabeza entre las piernas de un
conocido mutuo. La situación, aunque parezca de un ridículo enorme y les pueda
provocar carcajadas desmesuradas, fue un poco dura para nuestro protagonista
(me dirán, y con razón, que muchos otros no tienen ni historia…).
Empezó a gritar mientras
se largaba del apartamento, ella disfrutaba del pene de otra persona. Si, lo
sé, es absurdo pero espérense hasta el final que la moraleja es lo realmente
constructivo.
El joven parecía un
Cristo, lloraba, babeaba mientras injuriaba a voces contra la, y cito
textualmente, “perra esa, jodida puta”. Disculpen ustedes por la expresión, Don
Rodríguez de Soto ya me ha excusado con profesionalidad bendita (“Doy Fe de
ello” DRdS).
El caso es que este
último corrió y corrió por la calle desesperado expulsando su odio y despecho a
los cuatro vientos, rompiendo las ramas de esos bonitos frutales que daban a la
calle y regalaban cada principio de verano algún níspero o ciruela al paseante.
Pues todos jodidos,
tiraba las hojas como trofeos de la desesperación. La gente lo miraba,
extrañada, pero cosas más raras se han visto dijo una vieja mientras comía un
yogurt en la acera de enfrente. Cada vez lloraba menos, gritaba menos y corría
menos. Los cigarrillos empezaron a notarse y empezó a perder el aire. Se sentó
inhalando grandes bocanadas, le entró flato e intentó levantarse. Algunos niños
se reían, unos adolecentes empezaron a cuchichear sonriendo, los mayores simplemente
pasaban sin percatar la pobre alma cándida que gemía su dolor y falta de ejercicio.
Se levantó, vomitó y caminó hasta el autobús.
Así pasó una semana que
parecieron siglos, no volvió a hablar con ella, no se molestó ni en llamarlo ni
reconfortarlo con excusas tan típicas como esperadas. La semana siguiente y
bajo las incesantes suplicas de sus amigos, decidió irse de fiesta con estos.
Se emborrachó lo más que pudo, fumó lo más que pudo y al entrar a la discoteca
empezó a dominar el ambiente con pasos maravillosos provocados por los coros
animados de sus amigos. Sudó, cantó y bailó hasta que sintió la necesidad de
cazar alguna presa fácil, se sentía el amo del local pero aún así quiso
asegurarse y se dirigió hacia una morenita, bajita y anchita que bailaba sola y
aburrida con lo que parecía su enésimo Gin tonic.
Empezaron a bailar,
sentía el alcohol rugir por sus venas y acercarlo cada vez más a esas caderitas
anchas y bien rellenas que con enorme esfuerzo producían movimientos monótonos
de un lado para otro y exaltaban su cara de deseada elevada al séptimo cielo
por ciervos desesperados de discoteca. Su top quería reventar, todavía hoy dudo
si por el grosor de su tronco o por los pocos (pero muy visibles) pelos que se
deslizaban fuera del sujetador. La imagen carecía de hilo conductor, un
borracho despechado con el autoestima de niño de trece años y una gorda
idealizada por ella misma que paseaba sus vergüenzas entre la muchedumbre
monosilábica de la noche madrileña. Pasaron unos minutos hasta que descifró en
su rostro el ansia de su boca risueña. Como un cohete separó sus labios, asomó
la lengua y recibió un bofetón que desarticuló su expresión confiada en 25
pedazos de humillación.
En lo que su cabeza giró,
vio como su ex novia yacía en los brazos del puerta de la discoteca y le comía
la boca como si no hubiese comido en 2 meses. Las manos del orangután le
sujetaban el culo queriendo exprimirle las horas de gimnasio. Del rebote su
cabeza regresó y dio a parar al otro lado donde sus amigos, rebosándose entre
los restos de alcohol del suelo inmundo, reían a carcajadas perdiendo el
sentido. Paralizado, pensó asesinar a la que más lo merecía, pero estaba ya rebotando
sus enormes atributos con otro engendro de la noche.
Hundido salió de la
discoteca y fumándose un cigarro tras otro, caminó hasta llegar, cuando el sol
asomaba, a su casa. Se acostó y durmió la borrachera. Se despertó la noche
siguiente, se hizo un porro, se fue a la terraza y fumó.
Ahí fue donde lució la
marihuana, “A todos nos pasa, hay que joderse esta mierda.”.
(“Doy fe que esta historia es real, y por el
deber que me concede el estado he de apuntar que el autor uso el diccionario a
escondidas para encontrar la palabra “ahínco”, la que creía una bebida
energética india”DRdS)