miércoles, 30 de noviembre de 2016

Psicópata

Los nervios y la tos, el humo saliendo de mi boca rancia que sólo le habla al espejo mágico. Era otra vez de día y de nuevo se oían las voces de los actores blasfemando sobre la vida, sobre el sudor que te cae en la frente cuando sientes el miedo que te recorre cada una de las venas que pueblan tu mundo. El sonido de la idiotez que te persigue, que intentas olvidar pero no puedes porque vuelve a volver en forma de tartamudeo y de sonrisas sonrojadas.

El otro día me sonreíste en la cama y no dormía aún, el otro día me diste miedo y estremecí mi cuerpo al son de tus caderas perras. Me recordaban años viejos, días de nieve  con música navideña. Y cuando camino por la calle me miran porque me siento vivo en esta fiesta de sexos muertos. Y ahora cuento que estoy enfadado, roto por dentro por putos bailarines que sólo ven el lado bueno de la vida. Pero el lado malo está aún más lleno del relleno de muebles baratos y por eso siempre nado en ese monte Alberche, al lado del río, aquel en que juré ahogarte. Otro día escuchaba música y me pediste que te diera por culo. Así que te di por culo. Luego siguió sonando la música como si no hubiésemos hecho nada. Al final es tan difícil enfadarse como encontrar en tus palabras aquellas hojas que me acariciaban al filo de una primavera en que caían marrones y podridas.

Y luego vino ese invento increíble que me robo el tiempo en que me desaparecía tras la estela de tus besos . Tras mucho buscarlo encontré en mi pequeña habitación del norte de Escocia una pequeña navaja suiza, un pequeño juguete que traspasaba mis manos sin esfuerzo, sin casi pensar en las horas que vuelan perdiéndose en aquella maraña de agujeros que fue tu piel oculta. Se me amontonan las cosas y sólo quiero perder la conciencia de nuevo, sea como sea, que corran los puños por mi cara ensangrentada, que recorra la droga eterna mis entrañas pluriempleadas. Que mi cerebro se olvide de tu locura porque sólo pensar en ella me dan ganas de amarte el resto de mi vida o de acabarla de una vez por todas.


Y para terminar mis divagaciones del día te cuento que me senté junto a las bambalinas de un teatro callejero y me dejé querer por un perro sucio. Después vino la sección de meteorología de la Universidad de Cambridge y se ahogaron las voces mientras el telón se cerraba. Y a todo esto yo estaba tirado, borracho, viendo pasar los que fueron mis amigos, las que fueron mis novias y sí, me sentí desplazado, pisoteado, ansioso, el pecho me apretaba, el aliento me faltaba. Sentía que podía romper cuellos con solo mirarlos y encima disfrutarlo. Otra historia bonita. 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

No sé si tu pelo es negro o era pelirrojo, quizás seas rubia. Se me nublan los ojos y ya no se porqué sufrir, si porqué ya no estás sola o porqué recién estoy sólo yo, porqué vives fuera o porqué siempre estuviste mejor sin mí. La verdad es que me siento en mi silla y veo una pila de libros que me recuerdan a ti, a ti que no sé quién eres pero te extraño, pero dueles. Te dejé caer, ya no tengo fuerzas para luchar. En otro momento lo intentaría. Hoy no. Hoy dejo que te nubles en el pasado y que escampes en estas naves muertas. El vacío parece que me llena de palabras que nunca diré, coleccionándolas, jugando sólo a explicarme que ha pasado.

Me fui, ya estoy fuera embarcándome hacia aquél cielo mustio. Ya no me rejunto, ya no me "arrasco", hoy vivo mi soledad aliviado. Siento correr mi sangre de nuevo hasta mis pies, siento que la gangrena se ha parado y que ya no se me va a caer el pie. Bueno, la pierna. El pie ya está podrido. Y huele muy mal, huele al ombligo de un recién nacido, te lo juro.


Barro mi casa otra vez y siento el miedo de lo nuevo, me emociono con el ruido de lo que perdí. Arranco a escribir para terminar mi vida en esos cuatro folios de borrador arrugado. Camino, freno y me mareo con tus versos y tu tartamudeo incesante que me quema el alma. ¡Coño! Que nunca supe a quién le hablé pero ahora me tortura la idea de hablarme a mí mismo y decirme que nada vale la pena. Tu no vales la pena. Me jode pero tengo que decirlo. ¿Y tú quién eres? Un paso atrás, uno más. Yo no tengo nombre ni apellido, no tengo tierra, no tengo nido, soy tu conciencia muerta, tu Carmensita, tu ricura, tu amor sin esperanza, el que te espera abajo, abajo del todo. Si, asómate, ahí. Persígueme a ver si llegas moviendo los brazos como Devendra y su Negrita. Pero déjame. Cuando estoy en el suelo me gusta estar tranquilo así que no me jodas Guillen. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

De vuelta

La inmediatez con su maldito redoble de tambor, maldita realidad altruista y egoísta, eres los plenos poderes de la vanidad. Me matas, no quiero verte.

De repente me olvidé quien era, me camuflé como Zelig, ahogué mis penas en otra piel y busqué cobijo en la primera encina. Me gusta como soy porque nunca he querido pertenecer. Y me estresé por pertenecer cuando muchas mayores tareas me esperaban. Y me perdía sin saber por qué.

Una seguidilla de malos días, decepciones que en realidad fueron ilusiones mal engendradas, mal paridas.


La verdad estaba en otro lado, en la otra orilla de aquel gigantesco río. La verdad es que lo quería por las razones equivocadas ¿Sabes que te quiero no? Por eso mismo te digo, siéntate en la silla, respira hondo, fúmate un cigarro, un porro o lo que te venga en gana y deja de arrepentirte. Esto no es nada. Siento decírtelo pero ese frío que sientes por dentro no es sino un otoño medio cálido. Así que abrígate y sal a la cubierta hijo - ¡Si, Capitán! - ¡Y que no vuelva a escucharte más por aquí!. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

Mardou no es de nadie

Eran cuatro paredes, sólo cuatro aunque pareciesen miles, eran minutos aunque parecían pequeñas vidas sin visado, era un espacio cerrado que daba a la calle, desde abajo, como se mira al cielo, un espacio blanco en donde se vivía como nunca, donde la comida era deliciosa, los miedos inexistentes, éramos y nada más. Las sonrisas colmaban nuestros ojos y los transportaban a los sueños, los sueños nos acercaban al cielo y el cielo eras tú.

El sol brillaba afuera pero dentro hacía fresco, para arroparnos mejor. Despertaba con frío y yo ahogaba el frío en su piel, éramos enemigos porque ambos queríamos ser dueños de sus poros y gané yo durante un tiempo. Pero contra el frío poco hay que hacer y la hipotermia se acercaba vertiginosa. Es curioso como esos ojos acabaron pareciéndose a un glaciar hermoso e imponente, azul y transparente, olvidado por la mente, en el que entrar te lleva a la muerte.


Eran cuatro paredes pero la luz la poníamos nosotros. Los espejos eran el reflejo que brillaba desde las mañanas hasta las noches en que de un abrazo nuevo no huías a ninguna parte sino dormías, profundamente, porque los problemas son ajenos a Juande. Así se llamaba esa porción de paraíso, subterráneo, tan subterráneo que ni el mismo Kerouac habría dibujado mejores curvas en Mardou, esa negra bella, esa negra que quiero que sea mía. Pero al igual que para Keouac, Mardou no es de nadie.