Antes que la tinta empiece a secar, corre como un río huyendo
de mis cuadernos y me acuerdo de ti, miro al vacío y veo los ángulos
del espacio que dejó nuestra estela. Cuando el aire no me sale y me pinchan los
pulmones como globos en la estratosfera, siento como si lloviesen clavos y los
suspiros de mis cohabitantes fuesen carcajadas crueles. Incluso cuando no pasa
nada siento un peso enorme sobre mis hombros, siento que la vida me es
completamente ajena, desconocida, misteriosa. No siento que lo esencial sea
invisible a los ojos, siento que no existe lo esencial, o que no es tan
esencial, o que es imposible llegar a él. Que mi vida se derrumbó, dejándome en
un estado de apoplejía en el que el más mínimo movimiento de mi cuerpo es una
tarea pesada y ruinosa. Y me acuerdo de ti. Entonces me parece que todo recobra
sentido, ya entiendo porque un movimiento de alguno de mis metatarsianos, una
contracción de mi corazón bombeando, un suspiro, entiendo porque es todo tan
difícil. Saco el saco con el tabaco, estiro el fino y seco papel que tanto
combina con mis manos callosas y desérticas, el filtro que tengo en los labios
y pongo de nuevo ruta hacia mis infiernos en cada bocanada de aire que trago.
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