Antes de dormir pensé en ti. En tus uñas, en tu pelo, en tu
piel. Y ya no recuerdo como eran, ni su olor, ni su tacto. No me acuerdo como
era estar cerca de ti, el sueño se acabó, se esfumó y cayó en la cuneta para
que lo olvidemos. A veces me pasa, intento olvidar, pero arde. A veces.
A veces pasa, me borro. No sé si es el miedo al fracaso que
a veces me entra, a la humillación, no sé si eras tú o son todas, pero noto que
he cambiado, a peor. De resto todo bien, gracias.
A veces me da por pensar y entonces no puedo dormir. Y fumo,
bebo un sorbo de agua y veo dormir a mi lado una silueta. Una silueta fina que
se dibuja entre la penumbra de mi ordenador. Pienso en ella, pero sobre todo en
ti. La silueta respira, a ti no te oigo. Antes te oía. Me despertaba por las
noches y te miraba dormir. Como ahora
hago, pero antes, eras tú.
Decidí olvidar. Ya no sé cuantos escalones tengo que subir
para darte un beso, escondida tras la puerta, medio desnuda y medio vestida. Ya
no cuento ni las veces que nos reímos ni las que me viste llorar. Ahora creo
que fui muy estúpido, que nadie muere de humillación, ya lo dijo Jacques. Es lo
único de lo que me arrepiento. De resto, Olé.
Pero estoy desvelado y a tu lado veo que el cielo brilla
apagado. Me busca una mano en la oscuridad, el humo huye de mi boca
ensangrentada. Huye del ruido de la vida que dejaron mis pasos al marchar. No
te volveré a ver, quizás en sueños hables con él, quizás volváis visitarme un
día. Porque extraño el tacto de su piel y de la tuya, extraño el olor de su voz
y el aliento de la tuya. Ahora sólo espero que por la mañana todo sea otra vez
como ayer, un sueño, un sueño de azahar y de jazmín, un sueño de palmas por Triana, de una boca chiquilla que
dicen, sólo dicen, que tiene tanto arte que hasta el mar se perdería buscando
su voz marina.
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