jueves, 28 de julio de 2011

Clara Vida

Calurosas llanuras agrias de vida, perfectas alas planearon sobre la peligrosa estepa que dio en un paso el salto magno. Se llenó el sentir del tiempo fuera, del calor intenso que acompañó la niñez perdida y la avanzada bandada de mártires arados. Vacilaron las dudas y el pensar calló en un resoplar, en un bostezo dulce que aulló en mi oído las agresivas palabras de coloradas lanzas. Picaron las curiosidades y avivaron el fuego en una hoja de mango que pintó mi vida de un amarillo intenso. Siendo así mi vida sin sueños ni nostalgias. Se entendieron los miedos, se entendieron los sentimientos y los recuerdos unánimes. Las locuras, las pasiones animadas claritas, navegando callos y arrinconando al viento voraz.
Vi la libertad y vi las luchas, las muertes y la barbarie que la promueve y nutre. Flotando en tierra la sutil batalla por sentirse Venezuela, por besar la amarga y bárbara mujer llanera, escapar de nosotros y provocar el duelo por su amor, por batir en la cima nuestro querer desplazado. La salvia brota por tu senos, diosa, el sudor tiembla bajo tus caderas rotas.
Y se escucha ya a los lejos dos gallos luchar, dos egos que imperan ante la arena quieta, dos picos rociando la sangre por entre tus dedos. Jugando trazas la vida y la muerte y de entre los besos reluce el olor de las gotas poderosas.       

martes, 19 de julio de 2011

Arriba y cerca

Cinco luces y un platanal, bebiendo y tomando, escarbando entre ron y alma las pepas brillantes de mi ciudad. Aterradora, devoradora, cruel mercenaria de caprichosa hermosura. Sopla el viento sobre el intolerante ser, sopla deshuesado sobre la pared infranqueable. Quemas y humillas, deshumanizada figura, caminos camuflados del dolor histórico en una nación abierta al rojo vivo cuya gran vida se diluyó y diluye sobre un jugo de guanábana aguado. 
Responde silenciosa a mis amenazas, reinterpreta mis quejas y palabras de dolor. 
Callado de muerte salvaje. Salvajes somos y salvajes pereceremos.
Liturgia amarga, cepa ambigua de neblina y oro. Escondida tras el Ávila, temerosa,  protege la violencia y  desde arriba se olvida.  Masa grumosa, néctar pesado, gran varón venezolano de días contados.
Protege y ahuyenta el dolor de tu cara y a santos indefensos en una corte asesina de brujería altruista y miradas intensas. Engorda la máquina de café y subraya los tiros que en el fondo son vidas perdidas. 
La neblina ya es Caracas, la neblina enturbia la vista y aclara el alma mansa sobre nidos de rocío, sobre puntos cansados a lo lejos ocultos.