lunes, 23 de enero de 2012


Decirles que nos equivocamos, que éramos nuevos, decirles que quisimos ver a Papa Noel y vimos dos renos, pero no eran los suyos. Escuchamos a Piaf y a Brel y lloramos de nuestra existencia los cigarros que no valían más que eso, las penas, muchas, manchadas de vino.
Me llené la boca de grandes palabras y con las lágrimas hice la calle en donde paseamos hoy y con la que me arroparé al morir.
Lloramos por no verlos más y no haberlos abrazado como hoy quiero, como hoy los quiero. Decidí torcer la mirada y tomar la primera curva demasiado cerrada, someter mi juicio ante la corte suprema y debatir con ellos la depresión del lunes y demás días. Lamer el plato con el jugo que quedó de la sangre grisácea, ocultar la embriaguez con palabras desmedidas, la tristeza con esta sonrisa abultada. 

martes, 3 de enero de 2012

Recuerdos


Mares enormes de recuerdos tan cariñosos como bárbaros. Viajes enormes e interminables sobre estepas que hoy me hacen llorar de haberlas visto alguna vez. Voces que se repiten y hacen desaparecer en una nota el tiempo que nos separa. Reconociendo a lo lejos esas personas que éramos, la felicidad de esta calurosa memoria, de cuerpos rejuvenecidos, dientes de leche, arena roja, árboles inmensos, gente que contaba historias, gente que las escuchaba. Princesas de barrio trabajando en casa de mendigos prepotentes, cariños antes de dormir, arropándome ante un frío que no era. Amigos que tomaban demasiado pero que de sus ojos y sus palabras demasiado aprendí sin saberlo. Jugando ajedrez borracho sobre los pies descalzos. Premiando el valor, el coraje enardecido en una sociedad donde todo vale y todos valen.
Los culos se mueven y me pierdo entre la timidez de un niño y los hermosos cuerpos negros alrededor del humo de puros. El sudor saltando alrededor del carnaval de pantalones apretados.
Y si hoy se me saltan las lágrimas es por un día haber sido eso y estado allí, por haber sentido la increíble humildad del niño en el paraíso, por no haber querido estar en otro lugar ni con nadie más. Porque mis sueños me preparaban para el futuro, porque mis días vivían por sí mismos, por querer besar la frente de ese que era yo y decirle que todo va ir bien aunque no lo sepa, dejar que juegue conmigo y no cambiar en nada lo que fue y lo que hizo.