jueves, 10 de noviembre de 2011

Otra mierda más

Y al final, siempre reduzcámonos al final, al insoportable sonido del hijo de puta tren que taladra mis oídos y mi tranquilidad toda la noche y todo el día, con choferes sin oficio que pitan al pasar junto a casitas que saben de pobres europeos que se obligan a obviar el resquebrajante ruido de la maldita revolución industrial. El final no es nada, el final puede ser la reflexión, pero hoy no es nada, el final es tan solo la deformación de un principio sin sentido. La vida suena tan idiota como se ve, juguemos al lego del dinero mientras la heroína corre libre por mis venas. Apreciemos ¡oh! las calles que empinadas muestran teta a teta las prostitutas más maravillosas de la calle montera. Cantemos, borrachos e iracundos, hooligans de la fiesta repetitiva y rastrera, al ritmo de un bombo futbolero, la canción de todos los males, el bolero que ha de abrirme el inmaculado agujero. Santa razón que te pierdo y pienso, que bien estoy sin ti, santa regla y santas puntas de navajas que abren de par en par la boca de otro inmigrante más. Jodan nos inquebrantables dioses e impenetrables mujeres que de una u otra razón nunca pude joder. Áspero el jalo con cartón reciclado, ácido que trago con el café cada mañana, suerte la del ecologista barato y retardado.
Quisiera poder ser el subjuntivo del verbo amordazar, que las amistades no fuesen medallitas que colgar en el traje de la comunión, que ni esa ni ninguna canción volviesen a jugar con la jeringa que vuela y vuela y cae en mi dirección.
Otra historia ridícula, otro sin sabor, palabras juntas sin ningún pudor, arte por metal, arte sin toque, magia negra de poderosas secuelas, la nada siendo, solo, nada, el perenne e inmortal ladrido, el tren subterráneo, la yuxtaposición de noches sin tabaco, otra mierda más.  

domingo, 6 de noviembre de 2011

Desechado

Arrúgame y bésame, insúltame y bésame, mófate y bésame, solo quiero sentir dos labios que como trampolines quemen mis lagrimas demasiado visibles, quemen mi vida sin ti, teatro maldito e inoportuno, teatro vida, vida teatro que a oscuras riegas mi vida y la enardeces, la levantas, la magullas y me das el cariño que me aúlla desgarradora la madrugada fina… la concha perdida tras toneladas de arena, la Concha Espina tras pies sucios paseantes e indigentes. Sóplame la cara mojada, sube caracol maldito de mis piernas inquietas, salta sobre el trampolín mojado en el que bailo y siento, dime sin más que palabras cómo hacer para enterrarme en tablaos y beber el último trago del beso que me prohibiste. Y tú te dijiste cráteres que engordados por pesados y asustados meteoritos brillan y broncean mis tardes y mis poros vigilantes doran días y minutos y ocultan una noche de focos bien dirigidos, de senos parloteantés en tablas abiertas por tacones puteados, por zapatos migrados de piernas morenas y velas que chillan en cumpleaños. Desvalijé bambalinas y en un entreacto vacié una bolsa entera de sentimientos que tímidos reusaron al público, y volví estreñido a bancos públicos que hablaron, me hablaron del rio de la plata y de sus tangos, que me metieron la lengua hasta rozar mi alma encerrada y encerada por musgos gigantes de una tragicomedia como la vida.

El telón subió, o se desplazó, no hay dios que lo sepa, y ahí lloré de penas que por cinco minutos fueron mi muerte adelantada, fueron un acordeón triste, fueron un tigre rallado por dentro y liso por fuera. Fuiste tú que provocaste mis primeras lagrimas atildadas por el foco directo, fuiste tú vieja amiga aterciopelada que dirigió escenas maravillosas de esta mi vida, fuiste tú alargada figura de la amistad que enardeciste mi prosa y desechó mis penas una tras otra. Súbete y bésame, abrázame y bésame, mucho más, sientes más, vives más, lloras más y del saxofón y de los libros marchitos enloqueces en bailes inoportunos, como inoportunos son los sonidos del alma traspuesta a una radiografía con migrañas, y arañas, sin tela para cocer nuestro pasado.

Que camino...

¿Y si es el corazón el que me pide calma, que no ve ni soporta ser parte del hoy ni del mañana? ¿Si es mi corazón el que me susurra paciente para que no lo haga, para que deje de hacerlo, mi hermano gemelo que espera a que lo escuche?
Sueño con la lluvia que caía sobre mis cejas inundadas, con que una voz cante un poema sobre mi acostado, desnudo, sobre el suelo frío de la muerte de cerámica. Dando palmas junto al chapoteo que es el helado viento removiendo los charcos del jardín huracanado. Es el anhelo queriendo nacer de mi boca miedosa y de mi cuerpo miedoso y tembloroso, estresado, eyaculado ya, blando, débil. Son los tigres y tigresas que expulsan a los guepardos que ya no tienen sitio en las nubes. Son los caninos maullidos de esas carcajadas intimidadoras de poderosas sonrisas e incesantes negociaciones con la vida y el alma. Es Lorca en su desesperada visión, es la minoría asustada siendo absorbida y aplastada por la minoría comegente de moda, son los cigarros que me quitan el aire, son las pesadillas ilustres que mueven mis piernas nerviosamente bajo los escritorios.
El recuerdo de Wilde, de Steinbeck, de Lezama, de Pessoa y sus alter egos y de Miguel Hernandez con un cañón en la boca.
Sin duda será Hermes que se esconde y espía, que sigiloso traza el camino dejando migas de pan sobre las piedras que hoy nos guían.