jueves, 17 de enero de 2013

11. Guayabera y machete


Las olas rompiendo sobre el Malecón parecían cantarte al oído y regalarte dos gardenias porque te adoraba, porque te quería. Porque solo en las terrazas viejas de suelo milenario te pueden querer, solo ahí te pueden cantar y bailar y solo esa sangre puede sentir que hierve al ver tu estrepitosa figura imitando el tumbao, dándole toquecitos del patetismo neurológico de tu tierra. A veces te imagino disfrutando como siempre has hecho de ese baile sabroso, obligándolos, como solías hacerme, a bailarte noches enteras sin reposo, dejando que tu cadera quebrase las suyas, si catira, lo tuyo es el baile preñado de antaño, las gotas cayendo en tu escote y reviviendo pesadillas, el dolor de píes del tambor y el guateque rumbero con sancocho de pollo. Tu lo que quieres es que te apaguen el fuego como a Tula, lo que tú tienes es tremenda prisa rubia, el robótico caminar de tus hombros rechonchos  es la biblia hispana de ese calor húmedo y chorreante del chocolate con leche que es lo que queda. A ti lo que te gusta, mujer, es el cacao todavía fresco, la pulpa dulce que se deshace entre tu lengua y tus dientes. Un negro fuerte con guayabera y machete que te aguante la noche entera.