Parecía un viaje
sencillo, que la ciudad no era más que una recta larga. Parecía que nada era
importante.
Camino estas calles
deprimidas que forman esta ciudad roñosa. Camino quedándome donde estoy. Entre
los pasadizos interminables, hay dos calles, dos objetos de deseos, esta la
calle Rio de Janeiro, la calle de tus ojos, la calle que me atrapó, la calle
que me reventó una vez. Y después esta mi calle, la calle Paraíso, un tanto
histriónica, un tanto irónica. A estas dos calles nos las separan más que un
par de miles de pasos, te podría llamar vecina. Pero ya no paso por ahí, ahora
te evito, te temo. Si alguna vez llegase hasta Rio, no sabría que mierda hacer,
ya no podría pedirte paciencia, ni que seas buena, ya no podría ni mirarte.
Es un viaje lento, es un
viaje temible, pero es mi viaje, es mi descenso al pasado como albañil de
carreteras, como rompe bragas de primera.
La segunda huele a los
fados que rodean mi piso, la melancolía de los últimos años, es una calle
lisboeta que raja voces piadosas, que pierde el rastro de los pasos perdidos.
Es el reflejo de la ventana cerrada desde la cual te buscaba entre la multitud,
es el principio del paseo junto al río de cuya voz emana ese empujón perpetuo
que es el correr del agua sobre las piedras que desaparecen.
Que terror sintieron mis
brazos cuando al fin te tocaron, otra vez. Hoy ya no podría. Es simplemente una
parálisis le dije a mi doctor, no me puedo mover, pero no se alarme, es la
depresión. Es el miedo a perder lo que ya tuve y ya perdí. Es el miedo al
viaje.
Y por eso ando, anduve,
por todas y cada una de las calles, viendo zorras y viendo engominados chorizos
con pieles bronceadas y sonrisas blanqueadas. Anduve días enteros hasta
reconocer los rostros de esta inmaculada ciudad. Y no encontré nada que me
hablase de ti, todo parece haberse perdido, las fotos de mi memoria trucadas
para que ya no piense en ti, siendo así la propaganda que logra mover mis pasos
pesados.
Pero nunca pisé esa
calle, siempre rodeé Rio de Janeiro, siempre evité Brasil, olvidé que existió alguna
vez.
Es un viaje de pez, un
viaje de perro, un viaje de viejos. Pasos entre el tiempo y el alma que no
piensan en moral ni en vicios. Es un viaje inocente hasta al lado de tu casa,
un viaje paralelo a mis recuerdos. Es un viaje que nunca acaba.