martes, 17 de septiembre de 2013

27.

Parecía un viaje sencillo, que la ciudad no era más que una recta larga. Parecía que nada era importante.
Camino estas calles deprimidas que forman esta ciudad roñosa. Camino quedándome donde estoy. Entre los pasadizos interminables, hay dos calles, dos objetos de deseos, esta la calle Rio de Janeiro, la calle de tus ojos, la calle que me atrapó, la calle que me reventó una vez. Y después esta mi calle, la calle Paraíso, un tanto histriónica, un tanto irónica. A estas dos calles nos las separan más que un par de miles de pasos, te podría llamar vecina. Pero ya no paso por ahí, ahora te evito, te temo. Si alguna vez llegase hasta Rio, no sabría que mierda hacer, ya no podría pedirte paciencia, ni que seas buena, ya no podría ni mirarte.
Es un viaje lento, es un viaje temible, pero es mi viaje, es mi descenso al pasado como albañil de carreteras, como rompe bragas de primera.
La segunda huele a los fados que rodean mi piso, la melancolía de los últimos años, es una calle lisboeta que raja voces piadosas, que pierde el rastro de los pasos perdidos. Es el reflejo de la ventana cerrada desde la cual te buscaba entre la multitud, es el principio del paseo junto al río de cuya voz emana ese empujón perpetuo que es el correr del agua sobre las piedras que desaparecen.


Que terror sintieron mis brazos cuando al fin te tocaron, otra vez. Hoy ya no podría. Es simplemente una parálisis le dije a mi doctor, no me puedo mover, pero no se alarme, es la depresión. Es el miedo a perder lo que ya tuve y ya perdí. Es el miedo al viaje.

Y por eso ando, anduve, por todas y cada una de las calles, viendo zorras y viendo engominados chorizos con pieles bronceadas y sonrisas blanqueadas. Anduve días enteros hasta reconocer los rostros de esta inmaculada ciudad. Y no encontré nada que me hablase de ti, todo parece haberse perdido, las fotos de mi memoria trucadas para que ya no piense en ti, siendo así la propaganda que logra mover mis pasos pesados.

Pero nunca pisé esa calle, siempre rodeé Rio de Janeiro, siempre evité Brasil, olvidé que existió alguna vez.


Es un viaje de pez, un viaje de perro, un viaje de viejos. Pasos entre el tiempo y el alma que no piensan en moral ni en vicios. Es un viaje inocente hasta al lado de tu casa, un viaje paralelo a mis recuerdos. Es un viaje que nunca acaba.  

domingo, 8 de septiembre de 2013

26.

Esclavo de la desidia, rey de la parálisis, atolondrada situación que supera a listos y bandidos, que me supera y te llama. Siento roer el líquido de mis axilas rodando sobre mis brazos esmirriados, sobre mi cabeza colgada. Y no puedo. Y quiero. De verdad quiero, y el que no me crea a la mierda. 
Es la infernal espera, es el inmortal reflejo de tus ojos que sigue persiguiéndome como castigo eterno sobre un castillo enorme de barbas y ciencias. Es la peste faustiana señores, a ver si se enteran, vivimos el desaliento divino sin siquiera darnos cuenta, es más fuerte y huimos, es claro y marchamos. 
Sobre caminos enormes de robles intercalados siembro un grano de arena, y lo riego, y espero ver crecer unas dunas interminables sobre el paisaje montañoso. Sobre la inmensidad del mar veo unos ojos y unos labios que carnosos me negaron el saludo, y sobre esa colina iluminada te veo a ti mirarme con adoración y me sorprende, la hora no ha llegado y el relámpago azul me cayó de pleno en la jeta empapada de lágrimas, en un continente de prestado, en un blog de pescado al por mayor.