viernes, 28 de septiembre de 2012


Insisto al ver a lo lejos esas manitas que trepan sobre una garrafa de vino y aprietan intensamente, beben, se llenan de rojo las manos, se llena de olor la vida, tu mirada llega a mí como mis dedos a estas letras que simulan un piano. Tu sonrisa disfrazada en cada gesto, pestañeo, bostezo. La luz brilla en tu blanco, le das sentido en tus ojos. Atrapas el ruido de la lluvia en un viaje largo que es el olvido, en el chispear sobre una flor que muriendo rocía el cielo en la tierra, en tus manos que se posan en mi oído y así, dos segundos, no oigo el palomar de mis pensamientos alejándome aún más de la distancia que te separa.

 Pero implacable siento el miedo de no tenerte más nunca, el miedo de temerte, a una noche que me besa con el filo de una navaja, me amenaza con besos, con suspiros reposando junto a mí. Reescribir una historia una y otra vez, inventándome libertad, inventando rojeces en las piernas sobrevolando lenguas felices y una lámpara que nunca se apaga.

Se suelta el amarre que abraza la loca boca que aúlla espantando sus penas. Son las venas de canciones que hablan, como no, de ti separando aguas  con fineza, levantando la humareda de raíces aplastadas que no existieron, para cuando el cielo toque al fin el suelo, se levante ese rey muerto de no tenerte, como dice aquel.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Probando, porbando... no se escucha...


Me enfrento a ti como todos los días, sabiendo que no es uno más.
Espero distante a que termine el tour de tus bellezas, que se acabe la feria de tus secretos, para decirte que no hay verso que te dedique, que solo hay un nombre y no le sueno bien, solo una sonrisa me roba ya las lágrimas y no es la tuya, no, ya no. Que no hay rubia por Manhattan ya, no hay una cana para ser teñida, ni hay tango en Mar del Plata…
Me quito ya las costras de la cara y borroso me equivoco y te escribo. Otra vez…
Ya pasan cosas de las que no eres dueña, ya tiemblo pensando en otras, olvido constante de tus atributos, tarea fácil maldecirte en cualquier cuaderno abierto, cualquier folleto difunto y volando a ras de suelo.
Hay fotos que hablan, gracias a ti, ya no de nosotros. Dicen unos que susurran el murmullo en chino mandarín de aquél recogedor de coco, si, sabes, ese que nunca mató a nadie, el que los lanzaba con cariño y después se pasaba la tarde durmiendo con el cigarro en boca. Sabía que te acordarías, igual que me acuerdo de tu bigote, de tu espalda machucada y de dios sabe cuántas cosas, pese a los golpes.
“¡Catire!” gritaba el hombre y me preguntaba si tenía frío y me servía café en una taza de metal. A veces tiemblo de oír tu voz acentuada en la “s”, no me riñas por favor que sabes lo sensible que soy a tus besos, imagínate a tus gritos. Sigue a Ovidio y cambia de amorío regularmente, que después huele a tabaco viejo, a cenicero lleno…
Maldita incoherente historia. Se aceptan sugerencias.