viernes, 7 de septiembre de 2012

Probando, porbando... no se escucha...


Me enfrento a ti como todos los días, sabiendo que no es uno más.
Espero distante a que termine el tour de tus bellezas, que se acabe la feria de tus secretos, para decirte que no hay verso que te dedique, que solo hay un nombre y no le sueno bien, solo una sonrisa me roba ya las lágrimas y no es la tuya, no, ya no. Que no hay rubia por Manhattan ya, no hay una cana para ser teñida, ni hay tango en Mar del Plata…
Me quito ya las costras de la cara y borroso me equivoco y te escribo. Otra vez…
Ya pasan cosas de las que no eres dueña, ya tiemblo pensando en otras, olvido constante de tus atributos, tarea fácil maldecirte en cualquier cuaderno abierto, cualquier folleto difunto y volando a ras de suelo.
Hay fotos que hablan, gracias a ti, ya no de nosotros. Dicen unos que susurran el murmullo en chino mandarín de aquél recogedor de coco, si, sabes, ese que nunca mató a nadie, el que los lanzaba con cariño y después se pasaba la tarde durmiendo con el cigarro en boca. Sabía que te acordarías, igual que me acuerdo de tu bigote, de tu espalda machucada y de dios sabe cuántas cosas, pese a los golpes.
“¡Catire!” gritaba el hombre y me preguntaba si tenía frío y me servía café en una taza de metal. A veces tiemblo de oír tu voz acentuada en la “s”, no me riñas por favor que sabes lo sensible que soy a tus besos, imagínate a tus gritos. Sigue a Ovidio y cambia de amorío regularmente, que después huele a tabaco viejo, a cenicero lleno…
Maldita incoherente historia. Se aceptan sugerencias. 

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