Negra, espesa, irrespirable, gruesa era esta noche que de
recuerdos se convirtió en mi noche. El sonido de madera de Chopos imitaba una
guitarra portuguesa paseando por escenarios acompañando vida y carne
desgarrada. Pica el calor como esa piel que un día te conté, esa piel de sapo
que rasgaba al tacto y se te tiraba a la cara y revolcábase violenta en ojos y labios, vivía para derrotar
las caras bonitas que la besaban con devoción y asustadas huían a casinos
Italianos.
Y yo en esa noche pensaba, pensaba viajar cual Matía Pascual y descubrir la
vida de principios de siglo, investigar, como Pirandello, si queda vida en este
suelo, si queda alguna verdad que importe. Me encenderé un cigarro tras otro
porque así me enseñó mi padre. Y veré huir el humo junto con la niebla que esta
noche parece eterna y tan bella, que incluso veo tu sonrisa y tus ojos, siento
tus besos y no disgustan.
A lo lejos brilla la ciudad entre las nubes bajas
escarchando las vistas y se escuchan las fiestas del pueblo. El toro ya está en
la plaza, voy bajando.