Siento ya que la trampa se hizo grande, creciendo sin cesar
pasó de vil amigo a corrosivo dolor que dejó en ruinas mi sonrisa, que de tanto
recordar olvidó.
Y ya es parte de mi nube soleada el humo que sacaste una
vez con forma de palabras, ya es parte de mi la nostalgia de un árbol y su césped
mojado. Lo que un día fue nunca será, me dijeron aturdidos, lo que un día fue
una mancha de café hoy es tu aroma rociado por mis dedos tabaqueros. El ancho
de banda es demasiado estrecho para que pasen mis sueños a través. Veo figuras
perfectas avaladas por ojos borrachos y oigo tu voz en Do menor porque él son grave
del aullido perenne de las horas desaparece al aplicar tus ojos la dureza de su
alma.
Recuerdo perfecto el día en que las escaleras se cruzaron
con un muro cabizbajo dándome razones para soñar, y luego, en el calor de una
manta beige, oculté mi miedo en excusas que me acompañaron demasiado.
Atados bajo la luna nuestros labios se besaron, alumbrando
tus ojos verdes que guiaron mis pasos hasta el mar, donde la arena los hizo
perpetuarse en el tiempo, donde los peligros me aguardaban lejos de ti y donde
sólo, me arrepentí y me quemó por dentro.
Y escuchando una sevillana lloré la noche entera y me
desperté en tu pecho dormido, que no latía, que no respiraba sobre mí.