Hola. ¿Cómo estás? No me reconocerás, pero soy yo, él. Mi
vida sin ti es lo que nos separa hoy. Pero yo te escribo a ti que sigues siendo
la misma porque vives en un sitio oscuro de pastizales enormes, de selvas
impenetrables, saltando de mundo en mundo, de recuerdo en olvido. Pastas a tus
anchas junto a mí, junto a ese que era y que ya no seré.
Y por eso te escribo, para darte vida y alma, para
acompañarme en la soledad de un recuerdo que solo vive en mi y para no
olvidarme del que fui. No es amor, es ternura, es una palmadita en la espalda,
son ánimos. Me gustaría decirte que lo estáis haciendo bien, que eso que construisteis,
es bonito sin importar lo que pase, que valió la pena el esfuerzo y el dolor,
que los kilómetros estuvieron bien acompañados, las miradas correspondidas, los
amigos borrachos y alegres. No importa el futuro ni nunca importó, los medios
justificaron el final, sé feliz y campa sin temor en mi memoria que el olvido
ya no ciñe sus garras sobre ti.