La ansiedad se refleja sobre el amarillo del camino
hablándome despacio, así como me hablan a veces las cigarras y a veces los
recuerdos. Esta ansiedad se manifiesta en mi como una nube de turbulencias en
el aire, como un espejismo, como el agua dulce enfriando el mar. Las espigas
altas y bizarras se tambalean en el tiempo angustioso formando en el
paisaje milenario e infinito una capa de tierra malva que flota y vuela mi
cabeza pérdida. Desprecio mezclado con la envidia inherente a los pasos
humanos, colas flexibles que sobresalen entre los matorrales lamiéndose los
labios y el sexo mientras me miran fijando sobre mis cuernos sus ojos puros. Y
fumo uno tras otro, que remedio.
La rodilla caliente, violeta y perpetua. La levanto de vez
en cuando, el sometimiento me hace daño pero atrapa, me guía, divino Dios que
apalabraste mi vida, permíteme levantarme y dar un paseo sobre la tumba que
crea distante la vida de bahareque y piedra. No te preocupes que el fin es
siempre el mismo, la decisión es circunstancial y las palabras son tan complicadas
como un ladrido, como un verso que maúlla y se pelea a las 4 de la mañana cual atrapasueños de turista. Y se escuchan de vez en cuando las notas del
cigarrillo limpio fluyendo libre por los labios eruditos que luchan por
hacerse escuchar y bordar así de poder y veneración la montaña de su ego. Pero
se escuchan lejos, como un susurro en ese valle temible y verde, terrible,
terrorífico. No te preocupes, lo escucharás, tarda, sabido es que el sonido
viaja lento dejándonos el valioso tiempo de escuchar las imágenes en su lugar, tal y como
son, vírgenes, únicas.
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