viernes, 28 de septiembre de 2012


Insisto al ver a lo lejos esas manitas que trepan sobre una garrafa de vino y aprietan intensamente, beben, se llenan de rojo las manos, se llena de olor la vida, tu mirada llega a mí como mis dedos a estas letras que simulan un piano. Tu sonrisa disfrazada en cada gesto, pestañeo, bostezo. La luz brilla en tu blanco, le das sentido en tus ojos. Atrapas el ruido de la lluvia en un viaje largo que es el olvido, en el chispear sobre una flor que muriendo rocía el cielo en la tierra, en tus manos que se posan en mi oído y así, dos segundos, no oigo el palomar de mis pensamientos alejándome aún más de la distancia que te separa.

 Pero implacable siento el miedo de no tenerte más nunca, el miedo de temerte, a una noche que me besa con el filo de una navaja, me amenaza con besos, con suspiros reposando junto a mí. Reescribir una historia una y otra vez, inventándome libertad, inventando rojeces en las piernas sobrevolando lenguas felices y una lámpara que nunca se apaga.

Se suelta el amarre que abraza la loca boca que aúlla espantando sus penas. Son las venas de canciones que hablan, como no, de ti separando aguas  con fineza, levantando la humareda de raíces aplastadas que no existieron, para cuando el cielo toque al fin el suelo, se levante ese rey muerto de no tenerte, como dice aquel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario