Arrúgame y bésame, insúltame y bésame, mófate y bésame, solo quiero sentir dos labios que como trampolines quemen mis lagrimas demasiado visibles, quemen mi vida sin ti, teatro maldito e inoportuno, teatro vida, vida teatro que a oscuras riegas mi vida y la enardeces, la levantas, la magullas y me das el cariño que me aúlla desgarradora la madrugada fina… la concha perdida tras toneladas de arena, la Concha Espina tras pies sucios paseantes e indigentes. Sóplame la cara mojada, sube caracol maldito de mis piernas inquietas, salta sobre el trampolín mojado en el que bailo y siento, dime sin más que palabras cómo hacer para enterrarme en tablaos y beber el último trago del beso que me prohibiste. Y tú te dijiste cráteres que engordados por pesados y asustados meteoritos brillan y broncean mis tardes y mis poros vigilantes doran días y minutos y ocultan una noche de focos bien dirigidos, de senos parloteantés en tablas abiertas por tacones puteados, por zapatos migrados de piernas morenas y velas que chillan en cumpleaños. Desvalijé bambalinas y en un entreacto vacié una bolsa entera de sentimientos que tímidos reusaron al público, y volví estreñido a bancos públicos que hablaron, me hablaron del rio de la plata y de sus tangos, que me metieron la lengua hasta rozar mi alma encerrada y encerada por musgos gigantes de una tragicomedia como la vida.
“[…]es un poema; es alboroto, podredumbre, rutina, es una cierta irisación de la luz, una vibración particular, es nostalgia, es sueño. La Calle de la Sardina, es el caos.". John Steinbeck.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Desechado
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