La inmediatez con su maldito redoble de tambor, maldita
realidad altruista y egoísta, eres los plenos poderes de la vanidad. Me matas,
no quiero verte.
De repente me olvidé quien era, me camuflé como Zelig,
ahogué mis penas en otra piel y busqué cobijo en la primera encina. Me gusta
como soy porque nunca he querido pertenecer. Y me estresé por pertenecer cuando
muchas mayores tareas me esperaban. Y me perdía sin saber por qué.
Una seguidilla de malos días, decepciones que en realidad
fueron ilusiones mal engendradas, mal paridas.
La verdad estaba en otro lado, en la otra orilla de aquel
gigantesco río. La verdad es que lo quería por las razones equivocadas ¿Sabes
que te quiero no? Por eso mismo te digo, siéntate en la silla, respira hondo, fúmate
un cigarro, un porro o lo que te venga en gana y deja de arrepentirte. Esto no
es nada. Siento decírtelo pero ese frío que sientes por dentro no es sino un
otoño medio cálido. Así que abrígate y sal a la cubierta hijo - ¡Si, Capitán! -
¡Y que no vuelva a escucharte más por aquí!.
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