Entender al poeta que
llorando palabras, pedía a dios muerte indolora para olvidar así el tedioso
recuerdo de sus ojos de legañas y vicios, entender que llorar de amor no es
sino el principio del más duro final que tus hombros puedan aguantar, entender
las voces roncas que de muertas suenan a amor, cuando entenderte a ti o a ella
parecía sencillo y resulta es el arar del campo abierto de mis sueños. Entender
que es una mierda, entender el olor solitario de esas noches que de sexo se
metamorfoseaban en años, es el simple recuerdo de haberte tenido. Las palabras
no queman en mi boca porque tu saliva sigue intacta zigzagueando entre mi
lengua. Y cuando por fin las horas marcaron el momento de amarte, entonces la
hora desapareció y se convirtió en la más remota y dolorida flor que alguna vez
creció del rojo atardecer que son tus mejillas y sus estrellas en verano.
Siento cada uno de los momentos que sin existir, cabían enteritos en tu cabeza
enamorada, al igual que siento la brisa trayéndome mosquitos moribundos hasta
dejarlos caer en mi mesa acostumbrada a ti.
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