jueves, 19 de julio de 2012


Entender al poeta que llorando palabras, pedía a dios muerte indolora para olvidar así el tedioso recuerdo de sus ojos de legañas y vicios, entender que llorar de amor no es sino el principio del más duro final que tus hombros puedan aguantar, entender las voces roncas que de muertas suenan a amor, cuando entenderte a ti o a ella parecía sencillo y resulta es el arar del campo abierto de mis sueños. Entender que es una mierda, entender el olor solitario de esas noches que de sexo se metamorfoseaban en años, es el simple recuerdo de haberte tenido. Las palabras no queman en mi boca porque tu saliva sigue intacta zigzagueando entre mi lengua. Y cuando por fin las horas marcaron el momento de amarte, entonces la hora desapareció y se convirtió en la más remota y dolorida flor que alguna vez creció del rojo atardecer que son tus mejillas y sus estrellas en verano. Siento cada uno de los momentos que sin existir, cabían enteritos en tu cabeza enamorada, al igual que siento la brisa trayéndome mosquitos moribundos hasta dejarlos caer en mi mesa acostumbrada a ti.

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