viernes, 2 de noviembre de 2012

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Y por fin se fue el olor a jabón rancio, desaparecieron las rozaduras en mi piel y la esencia tuya liberó una gota de anís reventón para clavarse en mis narinas resacosas. Ya me sequé la espalda, ahí donde ninguna mujer nunca llegará, ya tomé todos los remedios de la vieja bruja que come tocino crudo y me olvidé de contar sus ojos huesudos.
Las ratas pasean entre mis pies, otra vez el olor de las teclas engrasadas de polvo me anima la noche oscura en que libro. Vuelve a mí ese sueño, del pelo cayéndose a montones, las ratas mudando el pelaje… Y me imagino que se ilumina con la luz blanca que entra de esa ventanita pequeña y alta, me veo a lo lejos con ella llenando mi boca ahumada, con ella demostrando mi dicha y siendo nada más que sonrisa, la que oculta los ojos que son tú y tu recuerdo.
Una semana más huí del pasado y lucho hoy desde esta celda libre por atar cabos, para que tres palabras suenen bien y cobren vida, sentido, algún sueldo.  Mi lucha no hace más que empezar, la llaman la búlgara, la rata, la suelta, la facilona, yo la llamo mi lucha y punto, cañón en mano la apunto y nos embarramos violentamente para olvidar la gordita, la flaquita y el resto  de mentiras que ahorcan la vida poco a poco, enseñándonos, como Akira, a vivir, a soñar, a defenestrar las buenas casas, las que se pueden robar. 

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