La sangre cae
delicadamente sobre las uñas que inertes dejan que se vaya, que huya del cuerpo
que fue su hogar y creador, dejando el rastro sobre el frío que mata, sobre la
nieve que recibe gotitas que forman charcos y mares enormes del
rojo odioso, mares nuestros, súbditos del mal. Alguien te da la mano, alguien te
quiere, alguien que lleva ese dios y lo sabe sin saberlo, alguien raro, que
sufre demasiado porque su alma no es de hoy, porque sus labios son demasiado
buenos, porque su llanto es sincero. A veces quiere hacer daño y no lo hace. No
puede.
Me acuerdo escasamente de
esa ciudad en la que estuve, locura fugaz, estampida enorme de pasión que me comió literalmente.
Recuerdo tocar la ventana y que el rocío cayese en mañanas de noches en vela, de pensar en alguien que hoy
no existe, sintiéndome culpable por no quererla, me acuerdo de cómo París es único,
me acuerdo de enamorarme sin quererlo y obviarlo hasta que quemase lo
suficiente para esconderlo al fondo. Recuerdo vagamente fumar y tomarme
cafecitos, pequeñitos para que el bolsillo resistiese, contigo, y sentirme
empequeñecer por tu puro sadismo, tu indiferencia cruel, tus manías sureñas. Me
gustaba algo por ti, viví quizás por ti y me culpaste por ello, me castigaste
por eso, sufrí por tu cristianismo exacerbado y hoy por eso te olvido . Pero a
veces me acuerdo de París, y me acuerdo de ti. Tú que eres una sonrisa aristócrata,
que eres unos ojos de diva, una boca que domina allá por donde tus vestidos
vuelan y se escapan por poco a mis manos mal pensadas. No sé cómo te llamas, no
sé porqué te quise ni si lo volveré a hacer, no sé si el faro alguna vez te
volverá a alumbrar los ojos conmigo enfrente y con las mejillas resplandecientes
mirándome otra vez, no sé si bajaré a verte o si subirás a verme, si acallaras
mi dolor o seremos dos extraños más. Pero si sé que no hay puente, ni escalera,
ni canal, ni película que no me recuerde a ti, que seas tú una y otra vez
decorando con tu belleza París.
Y ya cuando volví, la olvide, olvide los canales
y los paseos, había que volver a la realidad. Y así, de nuevo, la olvidas.
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