lunes, 15 de agosto de 2011

Morir de amor es jurarte el olor de mi cuerpo al pasar, es dejarte bajo el sol y sentir tu dolor. Morir de amor es jugar sobre esa flor que vio nacer a ese único y deslumbrante ser, es bailar bajo la inmensidad del pelo azul que trajo el viento al callar.
Es tenerte así como poema, es besarte cada noche cuando nacen los pájaros tempraneros, es acariciarte con perdón el pezón y acunarte en mis brazos para sentir como, uno a uno, adoro los latidos que te dan vida.
Es pasear a tu alrededor besando segundo a segundo el tiempo que tú me dejas, es fumar y olvidar que no eres yo, que no soy tú, es lo natural de tocarte el muslo y no admirar la increíble suavidad de tus ojos, es apaciguar la espera sin ti con la virtud de tenerte.
Son los silencios perezosos de noches en llanto, son los cristales empañados del calor que emanamos, son las gotas que sensuales rodean tus caderas y le dan otro nombre al amor. Eres tú sobre mi gritando en mil idiomas que me quieres o me querías, es ver en tus ojos que la realidad se nos escapa y empieza a gimotear el conejo de nuestro país de las mil maravillas, de nuestro islote de la fantasía, nuestro cuarto incendiado pero perfumado.   
Y cuando tu sonrisa no esté, cuando tus lágrimas no sean mías sino suyas, entonces sentiré como morí un día de amor y hoy solo del rocío resucito por tu solo recuerdo. 

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