lunes, 17 de enero de 2011

Que de pronto son años

“No, no, otra vez no…”. Cierro los ojos otra vez con la esperanza de volver unos minutos más, de volver a sentir el cálido aroma de tus colinas y de tus vistas. Un, dos, tres, ya estoy volando otra vez, estoy viendo el marrón de tu tierra que por primera vez aparece, estoy viendo esas escaleras traviesas de piedra enana, estoy oyendo ya esa suavidad rozando mis oídos. Pero ya todo es artificial, abro los ojos y vuelvo a ver esta sequedad que me invade. Otro día más, otra vida que se levanta. Que de pronto son años. Si, tan de pronto que no me doy cuenta que ya no soy ese y que eso ya no es yo. Pero de pronto llega el día, llega el día en el que las lágrimas corren, en el que grito, siento y vivo, el día de tantos sueños, de tanto dolor, el día en que mi vida tiene lo que tanto ha querido. Todo es real, de carne y hueso, hace calor. El miedo, el amor, el odio, la nostalgia, la desilusión, el miedo… todo me azota, me hiere con un puñal ensangrentado con mi sangre y mi alma en el filo chorreante. Pero no importa, no puedo evitarlo, mi cuerpo no puede evitarlo, lloro, mis lágrimas humillan, mis lágrimas hieren la impureza de esos, hieren a los que me hicieron eso, hieren a los que creyeron que porque me fui ya no la quería. Si, si la quería, la quiero y siempre la querré, con maltratada pasión, mataría por tu amor, mataría por ti, porque mis lágrimas no sean vanos monumentos a la destrucción. Te adoro, eres el mayor dios que en mi altar se alzó, eres el canto de la belleza rechazada, eres la pureza que un día dijo basta. Pero escúchame, nada, nunca me alejará de ti, nada, jamás, exiliará mi corazón. Tu, mi bella diosa, eres más fuerte que el tiempo y que la maldad y solo me  alegra saber que un día te reirás de nosotros, viles que sacudimos nuestro mundo por ideologías y te intentamos destruir por pura envidia. Envidia de tu indiferencia.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario