sábado, 5 de abril de 2014

Suspiro tras suspiro, olvido que por un segundo, un momento, instante, soplo, vida, imagen, estoy a centímetros de tu pelo y olor que marcan como perro en la hierba mi sonrisa sobre tu vida.
A veces se me olvida como bailan de fácil los dedos y recuerdo como aquella voz dijo una vez, que el que ríe dos veces, ríe mejor.
Y a veces olvido señores míos, que tu piel me ilumina y vacía, que tú soplo vale más que todo eso y que no hace falta tanto, que con poco basta. Pero ya es muy tarde, ya no ríe el viento sobre las olas, ya calló el perro de la quinta Araujo, ya se quedó sola la del bar.

Ya sólo quedamos los de antes, ya sólo reímos de lo de antes, ya las sonrisas no sonrojan, ya las bañeras saben a vino y tu bella boca no acompaña el canto silencioso del alcaraván. Por eso te digo que entre la incoherencia de mis palabras hay algo de verdad, más de la que nunca hubo.

Escucha, el silencio borroso de nuestras miradas, aúlla cabrón por lo que me hiciste porque será el único canto que oigas y acabe con la estirpe de mi sangre. Arropa cabrón que tengo mucho que decir. Amarra el viento que me vuelo, besa el suelo que no vuelvo. 

Y ahora te cuento una historia mejor que la tuya, mejor que la de nadie, mejor que la misma historia del mismo Dios que la puso entre la punta de mi lengua y polla.
Esto era un centro comercial, un centro comercial enorme y tosco, una especie de monstruo enorme que ocultaba a la gente en su interior. Tan idiota me dirán, tan idiota les diré.
Pero de entre toda esa gente que pasaba su vida entre sus puertas, hubo, aunque no se lo crean, dos que sin conocerse se enamoraron. Y no era en blanco y negro, ni siquiera era azul y marrón, era simplemente una conexión, una especie de necesidad sin ser amor. Y la historia me dirán, y la historia les diré, sigue siendo mejor. ¿Mejor a qué? A la historia ajena.

Se conocieron y se amaron. Tan fuerte que ni las puertas obsoletas pudieron retenerlos, tan fuerte que ni los años pudieron detenerlos, tan fuerte, carajo, que mis ojos lloran de pensarlo.

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