jueves, 2 de mayo de 2013

20.

Y dice la lluvia que te echo de menos, cuando cierras los ojos y por ende desapareces ante los míos, dice la niebla que no te veo, pero no es niebla sino mis retinas empañadas de no verte, y me dicen los astros poderosos que eres para mí, pero solo la arena bajo mis pies siente el miedo de perderte. Me lo recuerda suave. Habla el humo de mi boca, con su voz atragantada, con el rocío de tus orejas, hablan mis pestañas con las puntas de tu pelo infinito y tus uñas acarician mi pecho en llamas recitando mi futuro como Apolo travestido de pitonisa, aclarándome que yo también quiero que estés aquí durmiendo las mil y una noches que nos separan de la muerte. El viento desgarra mi piel seca y la posa sobre el ocaso infinito de un atardecer a tu lado. Los excesos nos acercan, la lluvia nos acaricia, tu piel me acuna y los rayos del sol me recuerdan que eres mía solo las mañanas que alumbra la ventana con la lumbre de primavera.  

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