“Patéticos”, “sifrinos”, “analfabetos”,
“oligarcas”… me iría demasiado. ¿¡Y qué coño!? Yo también me iría demasiado, yo
también quiero vivir una vida plena, tener la posibilidad de luchar por mi país
y no pasear mi falta de orgullo por boleíta o por la cota mil… Yo también quiero ver como termina este peo.
Hoy siento vergüenza, más
que nunca siento vergüenza del país del que vengo, un país corrupto, de
asesinos, de estafadores, de jodedores, de playas bonitas, de mujeres bellas “pal
coño”, de mi querida Ávila y de mis queridos Andes… pero sobre todo de un país
que se ríe sin pudor de sus jóvenes por que se atrevieron a decir lo que les
salió del estomago y ahora tienen que esconderse o justificar sus palabras… No
hay mejor signo para evaluar la salud de un país que escuchando a sus jóvenes.
Siento como las entrañas
se me revuelven leyendo esa cantidad de porquerías, tapadas y escondidas por el
anonimato de las redes sociales, el anonimato de internet que protegen su desfachatez
y agresividad…
Esas palabras tienen
emoción y sinceridad, son palabras de “veintegenarios”, “veintegenarios” que
hablan de una ciudad podrida y un país enfermo.
Defiendo cada una de
ellas, esas que osaron hablar aunque solo fuese para un trabajo universitario,
grito hoy desde mi propio anonimato para que se respete la opinión en una
sociedad acostumbrada a desprestigiar las no compartidas, lloro que pocos sean
los que no lapiden la realidad llena de emoción por expresarse así o asa …
Yo me iría demasiado de
un país en el que sus jóvenes sean puestos en jaque por los mismos que se
llaman defensores de la democracia, porque de algunos me lo espero…
Miremos lo que nos rodea y
saquemos nuestras propias conclusiones pero señores, no caigamos en la crítica fácil,
no crucifiquemos a unos chamos sin pelos en la lengua porque no somos ni fuimos
mejores… Dejemos de ser la vergüenza mundial
partiendo desde nosotros y juzguemos nuestras opiniones por su casi nulo valor,
no seamos así de engreídos… por favor.
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