lunes, 12 de diciembre de 2011

Razones


La vida es una larga y angustiosa nota de suicidio que a veces se ejecuta, otras veces no. Escribimos nuestros males en este papel reseco,  los guardamos en pequeños cajones junto a millones de sueños y dolores y lo cerramos con una minúscula llave de azúcar y puerro que deslizamos por el bajante de nuestra conciencia y escondemos del alma para no llorar ante cada reflejo de nuestra inusitada existencia. Todas nuestras sutilezas vagan por el roble del cajón sin dejarnos ver su color marrón, nuestras mentiras,  las historias, la envidia, la melancolía, los miedos, la incertidumbre, el futuro y el pasado, los amores, las obligaciones, los tatuajes indelebles, la muerte, la soledad rocosa que embobados aceptamos, las lágrimas, las miradas verdaderas, los estereotipos, los pezones y culos y penes y coños y pelos que sobresalen de las camisas arrugadas y molestan al pronunciarlos.
Somos esos exámenes a los que no vamos, los que confirman nuestra estupidez y los que sin quererlo la desmienten, los besos que nos hacen adúlteros, los que siendo románticos no son menos inconsistentes que un cuento yankee o que los poros de una adolescente. Nuestra moral que llora a cada paso y que es nuestra inconsciencia barriendo la dignidad de estar vivos, de respirar profundamente, de bailar al ritmo de tres tambores y sudar como un perro en una orgía que bien podría ser la más hermosa de las misas.
Somos los granitos de piel que quedaron tras un accidente, desgarrados entre el parachoques y el cielo, los gritos de madres con velo que tiemblan al sentir a los dioses  bajando en busca de un alma, el terrible sonido de dos ojos que se cierran y dejan caer la maravillosa muestra de vida en forma de bellota cristalina, la tierra húmeda, la seca que sacudimos tras embarrarnos junto a ella, la falta de aire, la falta de amor, de vida, de un guía allá arriba, de sexo, de gritos apasionados en un bar gay, en un bar hetero, en mi casa que no es mía, en la vida bajo un puente, en las miradas esquivas en las esquinas de los países de mierda, en los perros retrasados que tanto quiero, en las ganas de vivir que a veces nos faltan, en todo lo que me cago, abrazándolo todo en una única y resplandeciente verdad, estamos vivos y no lo sabemos, y no queremos saberlo.
                   

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