domingo, 6 de febrero de 2011

Carta a los invisibles

Ya no se ven, ya no están quizás… La hegemonía nos dio el poder, el cambio surgió, el gran Dios Pan a muerto. ¿En serio? ¿Solo quedamos nosotros? ¿El mundo se rige por nuestras reglas y caprichos, nosotros llevamos de la mano a la humanidad y a lo que queda del mundo que un día se nos dejó? 
Si, lo llevamos de la mano hasta el borde de un gran y sádico precipicio con pinchos mitad partidos y otros sobresalidos con escarcha envenenada en las puntas. 
Divinidades, vuelvan, contrólennos un poquito, Zeus, asesino de titanes, haz de esta guerra un paso a tu grandeza, a tu control, a tu inmensidad. Que no se hable más en pasado de la de blancos brazos, de Hera, madre grandiosa. Que tus celos sigan acechando a los hombres de hoy y que se inicie una a una, las veces que haga falta la guerra de Troya y que no descanses hasta que tu nombre aplaste a Paris y a esta ciudad barrida. Que todo el mundo admire y tema a Hefestos, el que ablanda los metales. Que Hermes, el portador de las almas, regrese a reírse de nosotros y de ustedes, que nos guíe en el camino, que vuelva y señalice momentos y posibilidades. Ayúdennos en la difícil tarea de vivir sin dioses, hágannos entender la blasfemia que se alzó contra ustedes, maravillosos y sagrados olímpicos, cuando dejamos de pensarlos, cuando dejamos de temerles y de tenerlos siempre presentes. Que Hades nos muestre el peligro del inframundo, que rapte una y otra vez la sobreabundancia de Perséfones que tenemos hoy, que Poseidón, el que conmueve la tierra y levanta tempestades, vuelva a ser sagrado para los marineros y que la furia del mar sea puramente sagrada y no una mera consecuencia del mal uso de los dioses modernos. Que Apolo siga hoy en Delfos presagiando certeros oráculos y Artemisa, la virgen gemela, cuide de la naturaleza destrozada y que sea la única que habilite la caza entre los hombres y los dioses. Que Atenea,  salga de la frente del líder de los hombres y que de paso, rápidamente, a la magnificencia del resto de los dioses, que reciba el escudo de Zeus, con Medusa adornándolo, y nos advierta del peligro de no tenerlos cerca de nosotros. Dionisio ven pronto con tus ninfas y tus sátiros y muéstranos el camino del verdadero placer, el camino del vino y sobrevuela nuestras almas y demuéstranos que la autodestrucción no es sino una deformación de esta era de hombres deificados. Afrodita, urdidora de engaños, enseña a esta raza la belleza absoluta, aproxímate grandiosa en conchas y perlas y provoca de nuevo la envidia de tu hermosura. Y por último Ares, funesto para los mortales, puedes regresar tranquilo, hoy no serás tan mal visto por la humanidad, serás popular en muchos países y culturas, tus guerras serán maravillosas y ya no te hará falta ser tan sanguinario, nosotros lo seremos por ti. No te asustes con lo que veas cuando llegues, seguro te acostumbrarás con el tiempo. 
Zeus tráelos de vuelta, lucha una última vez por la supremacía, que las profecías se muestren equivocadas. Somos dignos herederos de los Titanes, padres nuestros que de sus cenizas nacimos. Guíennos a nosotros, pueblo deificado sin razón, hágannos creer y saber que ustedes, imponentes olímpicos rondaran nuestras calles disfrazados, nos probarán y se reunirán en sagradas cumbres que ridiculizarán la pantomima de las nuestras. El gran Dios Pan, quizás, pueda regresar y brindarnos una segunda oportunidad.

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