lunes, 10 de octubre de 2016

Tu libro de cabecera

Hoy me levanto con la confusión del sobrio, con el no saber qué hacer del adolescente, con la soledad del desahuciado y con las ganas de vivir del atropellado. Abandonado por la vida porque cabalgar sólo ya no es divertido, aullando a la luna extinta, la del maquillaje del lado oculto, a la letrina de alcornoque, al hocico abierto de la noche. Son nuevas las manchas de mi cara pero viejas las arrugas de mis ranas, oscuras las piernas de mis venas y rojas las semillas que voy dejando tras la senda urbana, las tablas viejas desangrándose en el suelo bajo mi atenta mirada. Las sacudidas me tatuaron el cuero cabelludo, me tatuaron un nombre junto a ti mi reina y me recuerdan cuando nos sentábamos en la hoguera, junto a ti mi teta, en medio de aquel bosque y comiendo setas, desnudos por pudor, abiertos por amor y siempre bajo el trono eterno de las estrellas que agarran las entrañas podridas y las desvanecen en el frenesí de los recuerdos, de la vida y del dulce orgullo que se apaga tras nosotros. Nosotros... un pequeño ejemplo de vida, nosotros que somos todo, todos, nosotros que somos los amigos y los amantes, todos los pájaros y todas las avispas que en realidad dan miel pero no lo saben. O no lo sé. O no lo sabes. Nosotros todos que sumamos dos, nosotros que abrazados hacemos ejércitos y que tumbados volamos en el cielo a un palmo del suelo, nosotros los carentes de vocales surcamos barrios en alfombras mágicas, nos chupamos las manos y soñamos con enanos que nos pierdan, que nos canten frente a un lago, que nos quemen por amor y que nos rían sin despertar el monstruo del lago y sin derramar una lágrima, sin torcer una décima la tierra seca que me exfolia el alma. Nosotros que en el fondo somos esos pequeños puntos que brillan a lo lejos en el cielo y que en estas noches y en todas nos acompañarán, hoy y por siempre, cobijados y vigilados, tus ojos en los míos. 

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