martes, 24 de junio de 2014

La noche respira por mis narices el fresco del verano que nace, mis ojos viven viendo el alboroto que abarrota las calles alumbradas de Madrid. La princesa engulle coches y peatones que bajan hacia cervezas frías y cigarros en terrazas históricas, hacia las niñas con sus vestidos cortos y sus vasos todavía vacíos. Todo dirigido por el calor que llega para quedarse, todo eso es el verano que asoma en un país que lo necesita, en un país que sin él no existe, desaparece.

La vida muere y renace, todo se paraliza en las gotas que caen por su frente sudorosa y por esos labios que de cuando en cuando se remojan suavemente y tiran un beso y desaparece para siempre. El verano no quiere hablarte de futuro ni de pasado ni de hombres que por otras camas han pasado, te habla como abrazándote de las noches frescas bajo un cerezo y con unos ojos brillantes que hablan de amor y ternura, que habla como besando las cartas que deja cada mañana con su perfume bajo mi almohada. El verano te habla de ti y de mi respirando Azahar y Jazmín, en un jardín que podría ser de Salambó, de un amor que podría ser de Stendhal o Baudelaire, pero es solo tuyo y mío. La sensación del viento contra tu cara, de las carreteras secas y del humo de tu boca que vuela en el coche, tu mano tocando mi pierna marrón clara.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario