domingo, 9 de junio de 2013

22.

Mentirse es inútil, las cámaras no están, no hay nadie, o eso a veces parece. Parece por el vacío de algunas noches, de algunas pesadillas recurrentes, de esos pedazos del alma que ya no volverán. Veo y siento la música perdiéndose tras  el teclado. Es un personaje que asoma delicada la cabeza por el barranco, en el desierto. Sonríe, está feliz, insultantemente feliz. Ha visto a Dios, Dios lo ha visto a él.

No hay nada, todo es mentira, no hay palabras, ni memoria, todo está mal y lo leo, y lo veo. Siento las letras como terciopelo en tu cuello, claro, como el alba misma, suave, como el lecho del ciervo.


El renacer de las cenizas, la vuelta a la vida peloteando entre orgullo y prejuicio, pedaleando en el Retiro para mantener las caderas en sus sitios, robando las miradas tristes y rogando que una me anime. Como tú, como la tuya. 

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