martes, 19 de marzo de 2013

17.


Eres bueno… muy bueno… pese a todo, eres bueno tío, eres un grande. Tras litros y litros del peor alcohol, abrazado a su amigo y escuchando música mientras pensaba en deleitarse alunizando una panadería, le profesaba estas palabras. Una vez más pateaban esas calles, las patrullaban huyendo de la propia noche y si la mala suerte lo exigía, recordaban  noches mejores, noches que desde imberbes, compartían. Noches de locura, noches de pasión de uno o del otro, de vergüenza y de dolor. En todas uno y en todas el otro. Y casi siempre acabando uno apoyado en el otro, en las buenas y en las malas. El tiempo seguramente sería injusto, los separaría en sus vidas, reducirían las noches a puros recuerdos en una mesa, en una sobremesa que se alargaría tanto como la siguiente llamada. Pero la amistad cuesta, la amistad duele y hay que dejarla cambiar, porque en las malas siempre estará ahí oscureciendo vasos con hielo y ron, aplacando el dolor de las fotos de bocas abiertas de felicidad, de la carencia de oxígeno, de la falta de principios...      

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