Esclavo de la desidia, rey de la parálisis, atolondrada situación
que supera a listos y bandidos, que me supera y te llama. Siento roer el líquido
de mis axilas rodando sobre mis brazos esmirriados, sobre mi cabeza colgada. Y
no puedo. Y quiero. De verdad quiero, y el que no me crea a la mierda.
Es la infernal espera, es el inmortal
reflejo de tus ojos que sigue persiguiéndome como castigo eterno sobre un castillo
enorme de barbas y ciencias. Es la peste faustiana señores, a ver si se
enteran, vivimos el desaliento divino sin siquiera darnos cuenta, es más fuerte
y huimos, es claro y marchamos.
Sobre caminos enormes de robles
intercalados siembro un grano de arena, y lo riego, y espero ver crecer unas
dunas interminables sobre el paisaje montañoso. Sobre la inmensidad del mar veo
unos ojos y unos labios que carnosos me negaron el saludo, y sobre esa colina
iluminada te veo a ti mirarme con adoración y me sorprende, la hora no ha llegado
y el relámpago azul me cayó de pleno en la jeta empapada de lágrimas, en un
continente de prestado, en un blog de pescado al por mayor.
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