miércoles, 8 de junio de 2011

Cloc

La carretera toda por delante ancha y gorda, con lindas curvas, con vientos huracanados en mi pelo veloz. El sonido fuerte e imponente de mi enorme maquina acompaña el calor seco y profundo que alimenta mi vida lejos de mi vida. Surco el mar de asfalto que se arrodilla ante mi libertad, balanzas estereotipadas de la felicidad, lápices, papeles, una montaña de sueños y el dulce aroma de la aglomeración de historias. Y dejo atrás la vieja, dejo atrás la ambición y el odio, dejo atrás al intelectual y dejo atrás las malditas estaciones que enserian mi existencia. No vuelvo a ver señales por todas partes ni miedosos siendo apaleados por bravucones despreocupados. Me olvido a cada momento lo cerca que estuve de ser un sir, un Monsieur, un señorito de pacotilla vestido de un traje sudoroso y besando pies olorosos… Hoy nada de eso me importa ya, en frente la selva, de lado el mar iracundo de verdad, rodeado de un llano enorme y bárbaro, empiezo una batalla a vida o muerte con la misma vida que me llama, con esos sueños de grandeza que sólo aquí se pueden lograr, con animales grotescos y finos, con caimanes oligarcas y patriarcas aquejados por la falta de caciques. Tiemblo y me tiembla la voz airosa de tantos debates. Me cuesta escribir porqué todavía no huí. Busco en mí la fuerza para volver a ser el de mis cuentos, para cumplir quizás alguno de mis sueños, para asesinar deliberadamente la soga que me ahoga y me tiende la mano para no cortarme el cuello blando y desgastado. Bendito el día en que vea todo claro, bendita la luz que ha de nutrir mi embalsamado corazón y achicar el vino en esta inmunda embarcación. El viento sigue ahí y el rugir de este Ford me hace sentir de nuevo el calor del desierto sobre mi frente descansada. ¿Cómo será vivir sin preocuparse de nada más? ¿Cómo respetar entre rezos mis sueños?
Debajo, el agua salada quiebra ya. Gotas vuelan sobre el azul oscuro y rompen cariñosas sobre mi lengua sedienta. Otra vez el mar a lo lejos, otra vez el viento roza mi alma nebulosa y arrastra sobre mí mil presentes paralelos al borde de un hilo y un anzuelo. El hilo se mueve y bailo con el tiempo y con la suerte, veo claro que no hay nada que ver, siento recio el odio de sentir, ilumino el mar para verme en él y una sombra de felicidad aparece tras enjambres de miel y luna. Todo cae, meciéndose sobre nosotros, todo vive, acurrucándose sobre el suelo, todo muere, imaginándose conmigo… 

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