viernes, 30 de septiembre de 2011

Resuena como tambor agridulce la rutinaria agua del rio. Adormece el atardecer que anaranjado colorea las gigantes espigas que esconden en su sequedad, en su alargada y descompuesta figura, el amarillo secreto de estos valles. El agua tranquiliza las piedras como tus dedos al piano y a las plantas con esa voz de alma hinchada. Pinta la figura que echada piso y acaricio, veo y enamorado siento como el aletargado cielo huye y colma otros atardeceres olvidándose de nosotros. La tierra seca las rocas que albergaron exquisitos pintores, el alba retrocede unos segundos regalando a dos enamorados la belleza de sentir ese momento de besos entre cigarros. El sentir de ese aliento caliente que te hace transpirar por los labios las palabras que del cielo o mar se traslucen. Una historia en donde el mar fue tierra y donde la ilusión engañó a la intuición. El niño creyó navegar por altas olas, y colmar, en el pico de la montaña, con su barco, altamar. Yo quise creer porque de sus ojos pareció salir la renacida adolescencia de mis amores. No puedo apaciguar las lenguas secas que brillan al pasar. Veo a lo lejos dos ancianos divagar, con la cámara delante siento en mi mano un pincel, que torcido pinta y pinta, y ya nadie mira, todos parecen disimular. Me siento y paseo mi mano sobre una hoja que ha de engendrar mi hijo prematuro, mi hijo sin maquillar.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Descienden temibles las intocables lágrimas que han de brillar a la luz del flash, resbalan por entre el maquillaje encarecido abrazando al humo que aspira el ambiente.
Siento el polvo en mis narinas y me impide respirar. Siento el horrible malestar de depender de algo más, de mi debilidad, de abrirme al paso y no saber gritar.
Solo se me ocurre fumar y mi cenicero si grita, y mi cenicero si llora.
Se alumbran de luces pasajeras los pinos y las encinas, se escucha el viento besar sus ramas y componer otra vez música de mis ojos cerrándose. Y los grillos rezan toda la noche, y yo rezo toda la noche y mi familia reza toda la noche. Y me queman los labios de rezar sin quererlo, mordiéndomelos, avergonzado. Se escucha el murmullo tímido a leguas, se olvida ese murmullo sin leguas y se aplastan los murmullos que están  a leguas. Y también a un paso.
Puntadas como pinceladas atacan mi sueño y mis sueños, la temible oleada esconde el gas que iracundo recorre mi cuerpo llano. Resoplares recelosos de mala caligrafía y ortografía hedionda. Dolores en la garganta hinchada, conversaciones anónimas de gente anónima que como yo malgasta su tiempo en falsas realidades efímeras pero constantes. Siglo de luces que de sobra alumbra de una vez por todas la inquieta quietud de los obstáculos que de culo caen y se rompen los dientes contra muros de personas descuartizadas por sus sueños,  inmundos recuerdos colectivos olvidados. Sigo rezando sonrojado por no estar allá arriba ya, por soñar con balas que explotan en mi piel y me dibujan grandes estrellas rojas con grandes “splash” cual bombas de agua. Y los murmullos aumentan y acaban con el ruido del tren que afuera se ajetrea, y los murmullos llenan ya la casa y asustan al perro y a los niños que siguen ocultos. Y una grita, las oraciones vuelan por las escaleras y hacen correr lágrimas que esperaban con dolor esos gritos de locura. Y nadie se mueve, todos siguen de rodillas rojas contra el suelo afilado, con el cuello dormido hacia abajo y los labios, mojados de lágrimas, moviéndose al ritmo de un padre nuestro inventado.

martes, 13 de septiembre de 2011

ssssshhh

Dios asqueroso y repugnante, te rebajas a cualquier hora y en cualquier lugar, prostituyes tus gelatinados huesos en cada esquina y te permites ser el único verdadero. Eres la cima de una sociedad putrefacta, eres el escalón más alto de la inconsciencia humana, eres el recuerdo y el olvido, eres lo obvio, eres el todo, pero sobre todo eres la nada. Inundas las calles de basura, inundas los ojos de odio, inundas los corazones de la nada que te posee y mueve. Grietas abultadas de color marrón ocre, esa es tu deshuesada y atrofiada mirada miope y lejana, diablo vestido de marcas, diablo dirigente, diablo cercano a todos que nos destruyes con solo una fumada. No te tengo rencor, te tengo odio y pánico. Corrompes y destruyes allá donde tu paso es firme, asesinas migajas que somos y escupes sobre nuestra frente en todos los medios y bajo nuestros ojos día y noche. Y nosotros borregos, ciegos de profesión, restante malformado de una raza, te admiramos y perdonamos como a un hermano.
Nos vas a recortar en trocitos imperceptibles, pero nada es mucho, todo es merecido, lloramos y reímos por ti, vivimos y morimos por ti, copulamos y nos masturbamos por ti. Eres el necio espejo que todos los días nos muestras nuestro mal camino, eres la destrucción fétida de la humanidad y no eres ni peor ni mejor que yo, ni que nadie.